Los gremios son agrupaciones sociales de individuos emparentados por un oficio, género o profesión. Están ligados a las festividades de un santo patrono y actúan de forma voluntaria en actividades religiosas para contribuir a la fiesta de su santo.
La organización gremial en honor a santos patronos fue conocida por los mayas mucho antes que los europeos en el norte de Francia, Holanda y Alemania en el siglo XVIII, posiblemente desde el año 500 D.C. Esta civilización que habitó una gran parte de la región denominada Mesoamérica clasificaba a sus dioses por agrupaciones y les rendía culto. Los dioses del firmamento: Kin (Sol), Xaman Ek (Estrella polar) y Noh Ek (planeta Venus; los dioses de los elementos: Itzamná (Dios de los cielos), Chaac (Dios de la lluvia), los Chaques (cuatro ayudantes de Chaac), los Bacabes (los encargados de sostener el cielo en los cuatro puntos cardinales). También tuvieron a dioses subterráneos como Ah Puch o Dios de la muerte. Así mismo, adoraban al Dios jaguar, Bolontikú (nueve dioses, señores de la noche).
Sus dioses patrones eran Ixchel, Yum Kay, Itzamná, Kit Bolón, Ahau Puhna´, Ah kit, los Bacabes y Hobnil. Todos ellos recibían ritos y ofrendas especiales por parte de grupos que, como los gremios actuales, se reunían según su oficio que ejercían: cacaoteros, guerreros, sacerdotes, médicos, pescadores, cazadores y colmeneros. Las fiestas de cada gremio, que desde luego no eran conocidas con tal nombre, estaban determinadas por los calendarios sagrados Tzolkin (calendario de 260 días) y el Haab (calendario de 365 días) y se realizaban en casa del que presidía la fiesta (Kú, 2007:8).
Algunos grupos gremiales del barrio de San Román surgieron desde los primeros años del siglo XX con el objeto de dar mayor solemnidad a las festividades religiosas del Cristo Negro; tal es el caso del Gremio de Señoras fundado el 6 de agosto de 1911 por iniciativa de un grupo de distinguidas damas como Joaquina Preciat Vda. de Dondé, Josefa Lanz Vda. de Castellot, María Ramírez de Diego, Concepción Castillo Vda. de Preciat y Guadalupe Quintero Vda. de Dondé. Su primera directiva estuvo integrada como Presidenta Honoraria a doña Joaquina Preciat Vda. de Dondé, Presidenta activa Josefa Lanz Vda. de Castellot, Secretaria, Guadalupe Quintero Vda. de Dondé, Tesorera, Concepción Dondé de Preciat y María Candelaria Dondé, como vocales Cecilia Oliver Vda. de Mézquita, Consuelo Ferrer Vda. de Ramírez, Nieves Baqueiro de Contreras, Rosario Montes de Oca de Silva, Gertrudis Llovera, Rita Hernández, Ana Gutiérrez McGregor, Isabel Olivera Escalante, Rosario Espínola Preciat, Carmen Sandoval, Francisca Rendis V, Josefa Rodríguez Palmero, Casilda Blanco, Carmela Zetina Vda. de Cervera, María Trinidad Acosta, Leonor Castillo, Felipa Aguilar, Guadalupe Laborde, Rafaela D. Montalvo y Fernanda Medina (Escoffié, 1995:28).
A través de los años se han renovado sus directivas recordando entre ellas a doña Margarita Castillo, María Perera, Isabel Fons y Ángela García, quienes por muchos años llevó la dirección del mismo hasta su muerte, siendo la tesorera doña Ana Luisa Hernández Rivelli.
De su tesonera labor de aquellas mujeres surgió este gremio que hasta hoy en día subsiste, que ha visto pasar con los años a señoras que han dejado huella en sus historias como doña Mari Rubí García Badillo, mejor conocida como doña Rubí en el barrio de San Román, con 72 años de edad y una ferviente fe en su Cristo Negro: “Desde muy chamaca cuando soltera yo participé en esto de los gremios de mi barrio con mis abuelitos, mis tías y tíos. Primero pertenecí al gremio de marinos, después al gremio de señoritas y posteriormente al de señoras. Ingresé al gremio de marinos porque mi papá, don José Dolores García Domínguez y mi abuelito don José Dolores García Aguilar, eran marineros y eran de los primeros gremios que entraban a la iglesia. Mi papá fue uno de los que hizo el arco de la iglesia que decía: “Gremio de Marinos”, ya que él también era carpintero ebanista. De ahí, en el año de 1958, a los 16 años pasé al gremio de señoritas y a los 20 años de edad, y de como mi tía Benita y mi abuelita siempre fueron muy sanromaneras, me pasé al gremio de señoras”[1].
“Cuando empecé en el Gremio de Señoras en 1962 nos preparábamos para la alborada del gremio que salía de casa de la presidenta que estaba en turno en ese momento y recorríamos las calles del barrio, ya sea por la calle 12 o la 14, llevando el estandarte y todas bailando, para luego entrar a la iglesia con todo y músicos al terminar la misa de siete y media de la noche. Ahí el padre salía a recibirnos y entraba la alborada. En aquella época nuestro estandarte lo hacía una bordadora que se llamaba doña Socorrito que vivía por ahí de la calle 10. Las figuras bordadas de los estandartes podían ser el cáliz, dos manos enlazadas o una cruz, todo dependía de lo que decidiera la presidenta que se llevara como símbolo y era de color rojo con hilos dorados que en ese tiempo decían que eran de oro. Al otro día era el gremio en la misa de las diez de la mañana y al concluir nos íbamos al convivio que se realizaba en el salón “Carta Clara”, esa vieja casona que se ve ahora enfrente de la iglesia. En el convivio se daban tacos de cochinita, de relleno y había hasta sus cervecitas. Todo esto salía del dinero que aportaban las socias del gremio y te daban un ticket o dos por persona”[2].
“Tengo 52 años participando con el Gremio de Señoras y hasta en el Gremio de Niños he estado, porque llevaba yo a mis hijos, siendo su presidenta en aquella época la difunta doña Carlota Rico. Con las señoras fui su tesorera del año 2008 al 2013 y la presidenta fue doña Miriam Baños. Lo primero que acordábamos en las reuniones, para festejar a nuestro Cristo Negro cada año, era cobrar las cuota de $150 pesos a las socias, que para ese entonces eran cerca de 300 mujeres, esto con la finalidad de solventar todos los gastos de la comida del convivio que seguíamos haciendo, voladores, flores del altar, pagar la misa de la iglesia, las estrellas, los globos de gas, la música de charanga de doña Candita Ríos y cualquier otra cosa que nos hiciera falta para nuestro festejo de cada 14 de septiembre. Para la alborada como para la función del gremio todas íbamos vestidas de campechanas, ya sea de bata o con el traje regional, y con la charanga entramos bailando a la iglesia hasta el altar y los pies del Cristo Negro al son de la campechanita. Para el traje de campechana yo hice el mío porque soy modista desde hace muchos años. Lloviera, tronara o relampagueara, nosotras siempre salimos a festejar a nuestro Cristo con el gremio. Así trabajamos durante cinco años la presidenta, la secretaria, las vocales, las socias y una servidora”[3].
“Toda mi vida he vivido en San Román, tengo 4 hijos, dos hombres y dos mujeres, todos casados con la bendición de Dios y 11 nietos. Para mí el Cristo Negro lo es todo, tengo mucha fe en él. Sé que ahora ando un poco enferma porque soy diabética, pero le estoy pidiendo mucho a mi Cristo para que me de fuerzas y salga adelante con mi enfermedad y vaya yo este año a participar como hace mas de 50 años que lo vengo haciendo, porque así será hasta los últimos años de mi vida”[4].
“Esta tradición que yo he tenido del gremio, mis hijas no la continúan, dicen que mejor no se meten porque han visto como se trabaja de duro para sacar adelante la fiesta cada año, pero muy dentro de mi corazón me gustaría que alguna de ellas la continuara o por lo menos alguna nieta, así como yo lo hice con mis abuelitos. Yo ya estoy grande, mis compañeras también, nos tocará irnos de esta tierra un día, pero tenemos la esperanza de que el Gremio de Señoras continúe con su tradición por siempre, porque sé que aún hay fe en este barrio mío llamado San Román”[5].