Fue construido en 1830, por orden del General Francisco de Paula Toro y al inaugurarlo se le puso de nombre “Puente de la Merced de Santa Ana”, en honor a la esposa de don Francisco, doña Mercedes López de Santa Ana, hermana del aquel entonces presidente de México, Antonio López de Santa Ana. Una placa de mármol empotrada en el borde interior conmemora el suceso de esta manera: “Año de MDCCCXXX” se construyó este puente con el título de la Merced de Santa Ana, bajo la dirección del alarife don José de la Luz Solís”.
Este puente cruzó sobre el canal del desagüe del barrio de Santa Ana; su situación es de suroeste a noroeste y puede decirse que es una continuación de la Alameda del mismo barrio, construida en 1830.
Demagógicamente se ha pensado que las obras de antaño deberían de ser derruidas para darle paso al progreso y a la modernidad, nada más falso. Curiosamente para las ciudades como para los hombres, los derribos y las renovaciones suceden inevitablemente ya que el pasado tiene el carácter material de las cosas viejas, que crea la equívoca necesidad de desecharlas. Sin embargo, nos olvidamos que la raíz de la belleza y la funcionalidad está precisamente ahí, en el pasado.