Existe una nueva forma de conocer el mundo. Se llama agroturismo. Consiste en una forma de conocer la cultura rural para brindar diversas opciones de distracción y atraer el turismo con la naturaleza y principalmente con paisajes cultivados. El agroturismo es una diversificación de la actividad agropecuaria y agroindustrial. Es en suma: “una actividad recreativa incluida dentro de las modalidades de turismo en espacios rurales, donde se pueden articular una o varias de las fases relacionadas con la producción agropecuaria…”
Los paisajes son atrayentes para propios y extraños y nada mejor que los paisajes naturales domeñados por el hombre para tal fin. Los paisajes cultivados de maíz, naranjales, chiles, piñas, chías y todo lo que ofrece el Estado sin duda generan interés por conocer nuestro medio circundante y el respeto por preservar el medio ambiente.
Las características geológicas así como su emplazamiento biogeográfico le han conferido a Campeche una alta diversidad de ecosistemas y esto ha otorgado a la actividad humana, una impronta particular que resulta atrayente para quienes se interesan no solo en la naturaleza sino en la cultura que ha florecido, atractiva para quienes visitan los terruños de los cuales se compone el Estado de Campeche.
Campeche tiene un enorme potencial en materia turística y en particular en agroturismo, algo que aún falta por implementar. Por ahora todo se ha centrado en el turismo de aventura y de practicar turismo en los espacios tradicionales.
Tenemos una ciudad histórica y fortificada, donde en su centro histórico se vive el ambiente colonial. Más allá de lo citadino, el Estado cuenta con sitios arqueológicos en medio del terciopelo verde de la selva. Al lado de escalinatas esculpidas de pirámides se yerguen imponentes árboles. O por el contrario en los litorales se respira la brisa y se nutre alma y cuerpo con la sal del mar y sabrosas viandas. Los ríos del Sur son dignos de ver y sobre todo de vivir en medio del canto de los pájaros y los colores de las flores. Pero aún falta un elemento que se vislumbra pero no se ha logrado consolidar, el agroturismo.
Toda la naturaleza canta en medio de poblaciones pintorescas con una historia local también atractiva. Pero aún falta por dar al campo un nuevo abono para su patrimonio. El turismo rural y particularmente el agroturismo serían de beneficio para la reactivación económica de las poblaciones rurales. Ha sido un largo proceso en todo el interior del Estado como a continuación Alfonso Juárez Hernández poblador de Centenario afirma:
“Lo que pasó con los árboles es que fueron destrozados por causa del durmiente, no hubo ninguna riqueza forestal. Es la madera que pone a las vías del ferrocarril (…) la transportaron los extranjeros y explotaron al Estado por piezas de madera, por decir un cuadro como el castillo, ellos lo vendían por pie, es una madera muy fina, que se llama guayacán, esa no la vendieron por pie la vendieron por kilo (…) Si tú lo cortas el árbol no respira, lo vas a respirar tú, ya lo entendimos, sientes que ese árbol es tu amigo. Desapareció la caoba, pocos ejemplares quedan de cedro. Los que quedan apenas están creciendo. Tenemos jabín, granadillo, tzalam, chechén. La madera de chechén es muy bonita”.
En suma, ha sido un largo proceso donde ahora el cuidado de la naturaleza se convierte en tarea primordial para los moradores rurales. A lo largo y ancho de la geografía estatal, riqueza natural como humana se entrelazan presentando un mosaico atrayente, tanto nuevas poblaciones rurales, como pueblos nacidos de fincas henequeneras o chicleras abundan. Y en ellos se practican diversas formas de cultivo y ganadería. En las poblaciones mayas el cultivo de roza y quema, la milenaria sapiencia de los hombres del maíz y el cultivo de hortalizas y las ferias relacionadas a esas labranzas. El cultivar persiguiendo la lluvia o por el contrario, sirviéndose de las aguadas y ríos del Sur donde las precipitaciones son más generosas y donde la chiclería se dio tan pródigamente.
Existen todavía haciendas, estancias, fincas que han devenido en pequeñas comunidades o pueblos pintorescos donde se puede ver aún las casas tradicionales de cal, sascab y ocasionalmente los ladrillos rojos de las tejas todo en medio de una tupida floresta o cerca de ojos de aguas o de ríos.
Por eso estos lugares que existen en Campeche tienen las características para ser centros agroturísticos que podrían transformarse en empresas o microempresas agropecuarias tecnificadas y productivas así como también atractivos turísticos.
El paisaje natural lleno de cultivos, las prácticas culturales ancestrales y la elaboración artesanal de productos son recursos que se viven de manera cotidiana en los ambientes rurales, que teniendo en el turismo un patrón de revalorización pueden complementar la vida económica y reactivar el campo que en ocasiones ha sido vapuleado. Así actividad agropecuaria y ecoturismo generarían nuevos ingresos, educación turística, ambiental y agrícola y enriquecerá a todos los involucrados, tanto propios como extraños en una retroalimentación humana de respeto, sana convivencia y sobre todo de preservación por la naturaleza.
Por esta razón, es imperativo el aprendizaje y la educación en la puesta en práctica de cultivos sustentables, orgánicos, una agricultura limpia, sana, productiva como la de los ancestros que eran respetuosos de la naturaleza. Ya no se divinizan las fuerzas naturales como en los antiguos mayas, pero sí es necesario respetar estas fuerzas para que sean favorables a nuestro crecimiento humano y nuestras actividades económicas.
El ejido centro neurálgico de muchas aspiraciones sociales dentro de nuestra historia, viviría un nuevo renacer, respetando la más profunda esencia cultural de nuestro terruño y, a la vez proyectando un futuro esperanzador, donde personas de otros estados y países también se beneficiarán de nuestro generosidad humana y natural