Campeche lleva sellada su historia en cada huella y en cada lugar, que con el paso del tiempo ha dejado impresa en su rostro cotidiano, en el espacio de sus calles, en sus construcciones, tradiciones y su gente.
Recorrer la ciudad de San Campeche, es apreciar un atardecer en su mar tranquilo, sus murallas y sus barrios, donde se puede estimar su tranquilidad, la arquitectura de sus viejas casonas y el gusto de los campechanos por sentarse en la puerta de sus hogares a platicar, a respirar el aire puro y mitigar el calor al son de una buena charla.
Es precisamente ahí, en sus barrios donde Campeche ha crecido, ya que en estos espacios se puede percibir el ir y venir de sus habitantes, y donde se puede escuchar cuando aluden con orgullo al barrio al que pertenecen.
Uno de los barrios más antiguos es el de San Francisco, ocupado por la mayor parte de la población indígena maya a la llegada de los españoles en 1517. Aquel domingo 22 de marzo, día de San Lázaro, los españoles, al mando de Francisco Hernández de Córdoba, desembarcaron para abastecerse de agua en el pueblo que los indios llamaban Ah-Kin-Pech en donde el capitán español tomó amistad con el señor del pueblo y rescató mantas, plumas y caracoles engarzados en plata y oro. Los indios les dieron a los españoles gallinas, perdices, tórtolas, liebres, gallipavos y otros animales de comer, mucho pan de maíz y frutas. La expedición española estuvo tres días en el pueblo maya asombrados de todas las cosas que veían y las buenas muestras de oro que hallaban. Se hicieron a la vela tres días después de su llegada dejando a los indios de Campeche muy contentos y ellos saliendo bien pagados (Piña, 2001, p. 31).
El barrio de San Francisco es sin lugar a dudas emblemático, en él se oficio la primera misa en territorio firme de América por el capellán español Alonso de González a la llegada de los conquistadores, y para significar tan trascendental hecho, los campechanos hicieron levantar una columna conmemorativa a la entrada del convento franciscano del barrio, que a la fecha existe en la entrada de la iglesia. Cabe mencionar que en el año de 1562 arribó a Campeche Martín Cortés, hijo del conquistador Hernán Cortés, acompañado de su esposa. Los marqueses se alojaron en el convento de San Francisco, donde nació el primer nieto de Cortés, el cuál fue bautizado en la iglesia anexa.
Además del ex convento de San Francisco, este barrio cuenta con otro templo de nombre “La Ermita”. Esta iglesia fue construida bajo la advocación de la Virgen María con el nombre de Ermita de Nuestra Señora del Buen Viaje, nombre que según la historia surgió cuando un hombre llamado don Gaspar González de Ledesma, hombre soberbio y tacaño, al realizar un viaje en barco, este naufragó salvando su vida gracias a un hombre llamado Fray Rodrigo que le dijo que le rezara a la virgen María y tuviera fe, dándole un relicario con esa imagen antes de que este muriera. Don Gaspar al llegar a tierra firme cambio por completo su forma de vida regalando su dinero entre los pobres y mandó a edificar la capilla que a ruego de él se consagró bajo la advocación de Nuestra Señora, consagrándose en el altar la imagen del relicario Fray Rodrigo.
Algo característico y digno de mencionar de este barrio son sus muy famosos portales conocidos como “Los portales de San Francisco”. En el costado oriente, formado por un total de siete arcos de medio punto con dimensiones uniformes y sostenidos por columnas, existían dos establecimientos, el primero de ellos era un café, cantina y salón de billares, mismo que ocupaba los cuatro primeros arcos del extremo sur del inmueble, en tanto que los tres arcos restantes formaban parte de una cordelería e instalación de molinos. El corredor norte fue ocupado de igual manera por locatarios comerciales y como casas habitación (Suárez y Ojeda, 1996, p. 45).
Los vecinos del lugar recuerdan que existió ahí una fabrica de aguardiente que perteneció al señor Llovera, siendo que otro señor de apellido Zapata era el que se encargaba de llevar este producto a México donde tuvo gran aceptación. En las inmediaciones de los portales existían por el año de 1902, tiendas donde se curtía el cuero para luego transformarlo en correas, cintos y otras manufacturas, también se instaló una fabrica de refresco denominada “El Águila” y una de galletas conocida como “Dondé” (Sandoval, s/f, p. 2).
Dentro de esta área de los portales, para inicios del siglo XX, vivió su historia el tranvía que hacía su recorrido entre los barrios de San Francisco y Guadalupe. El tranvía tenia carros, independientes uno del otro, que eran tirados por animales de carga con su respectivo conductor de ropa clara de mangas largas y portando su sombrero.
El 29 de abril de 1897 se le autorizó al señor Salvador Dondé prolongar el tranvía del cual su empresa era concesionaria, de la plazuela del barrio de San Francisco hasta la plaza de Santa Lucia, y en marzo del año siguiente también se le autorizó conectar por la plaza de San Francisco su línea de la calle de la playa de dicho barrio con la de la calle Real y prolongar la de Santa Lucía hasta el panteón del mismo barrio.
El barrio de San Francisco ha sabido conservar sus antiguos espacios públicos que con el paso del tiempo se han convertido en símbolos dentro de su sociedad. Tal es el caso del Circo Teatro Renacimiento que durante el siglo XX fue un lugar de representaciones culturales y de diversiones que daba a los campechanos espectáculo, risas y aplausos.
Bajo la dirección y diseño del señor Manuel F. Rojas, los señores Cenobio Inclán y Rafael Alcalá Hernández, en sociedad y con una inversión de $47,000 pesos, mandó a construir el Circo Teatro Renacimiento. Éste lugar sería uno de los más frecuentados por la ciudadanía de la clase media baja y la clase popular, por la variedad de sus entretenimientos. Su edificación comienza el 24 de junio de 1906 en un predio de propiedad particular cerca de la plazuela de San Francisco, destinado a toda clase de espectáculos. Desde sus inicios el local brindó a la colectividad campechana el acercamiento al circo, al teatro, a las corridas de toros, a los encuentros boxísticos y posteriormente al cine.
El Circo Teatro Renacimiento significó un lugar de escape, de diversión, un mundo abigarrado y bullicioso, donde interactuaban diferentes sectores sociales al asistir a los tan concurridos eventos boxísticos y corridas de toros. Esta interacción no solo se dio en el interior del recinto, sino que también en las cercanías de sus calles, ya que en ellas se vendían y compraban todo tipo de mercancías, comidas y bebidas. Cientos de vendedores ambulantes anunciaban a gritos sus variados productos.
En la entrada del Circo Teatro, siempre estaba abarrotada de puestos que vendían dulces, sombreros, atole, tamales y un sin fin de alimentos propios de los actores sociales que visitaban ese lugar. Era usado y concurrido por personajes de la clase media baja que ocupaban un estatus social gracias al esfuerzo obtenido a través de una carrera profesional; llámesele profesores, escritores, abogados, etc; y por la clase popular que eran todos aquellos sujetos como los aguadores, panaderos, artesanos, pregoneros, carpinteros, jornaleros, que vestidos con su ropa dominguera iban a divertirse estrepitosamente a las corridas de toros, al teatro y al box.
El Circo Teatro Renacimiento era usado por todos estos personajes que querían ser parte de esa novedad artística que se estaba manifestando en Campeche con la apertura de lugares para la diversión y la cultura; y que además con la creación de un espacio propio para el pueblo se podrían manifestar ahí la desfachatez, el desorden, el relajo, la diversión y toda clase de emociones de manera libre.
El barrio de San Francisco es una espesura de calles donde sus historias se denotan en los nombres de sus esquinas como: la esquina del Cometa, del Wüiro, del Toro, de la Cueva Derrumbada, del Combate, del Perro y de la Cruz Verde.
Cada esquina conserva sus anécdotas y leyendas que le siguen dando vida con el paso de los años, tal es el caso de la esquina de la Cruz Verde ubicada en lo cruces de la calle 10 con calle 33 del mismo barrio. Su historia se cuenta así a través de la pluma del poeta Enrique Pino Castilla (2010, p. 27-28): los años de 1926-1929 fueron difíciles para México. La guerra civil conocida como la guerra Cristera irrumpió en la región central. En Campeche como consecuencia de ello, los templos fueron cerrados al culto y los fieles se organizaron en silencio para continuar con sus creencias.
Una gran parte del pueblo mexicano tuvo que soportar con heroísmo y valor persecuciones, tortura y muerte, un panorama triste sentó sus bases en los corazones de los fieles católicos, a como diera lugar había que mantener el culto. La cruz, símbolo de esperanza brilló en la oscuridad hasta que todo volvió a la normalidad.
Y cuando la guerra llegó al final, la fiesta fue mayor, se agigantó la fe y nuevamente las gargantas en plena libertad aumentaron la intensidad de los cantos.
En el caso de los moradores de la Ermita, en el barrio de San Francisco, el regocijo se dejó ver al construirle a la cruz un altar en la fachada de una casa. Dicha cruz ubicada en la casa del profesor Ricardo Ávila Briceño es festejada el día 3 de mayo. Tres días duran las celebraciones, donde los creyentes realizan sus oraciones a plena calle, las festividades son costeadas por los vecinos. Siempre el altar está lleno de flores y la cruz de verde.
No se sabe el porqué la cruz tiene ese color, quizá la esperanza lo represente, esa esperanza que viene acompañando al hombre desde que tiene uso de razón. El verde es transición, al menos dentro de los símbolos patrios, es un significado de que las cosas a través del tiempo van a mejorar.
Las celebraciones han decaído, anteriormente desde el primero de mayo arreglaban la calle colocando sillas para los rezos; las señoras del rumbo preparaban tamales, horchata y toda clase de antojitos para después de las oraciones como una forma más de convivencia y unión entre los habitantes de la cuadra.
La maestra María Luisa Pacheco de Campos se encargaba de ser la rezadora, siempre entusiasta, motivaba a los vecinos para preparar el día de la Santa Cruz. Los rezos se prolongaban los días 2 y 3 de mayo. Sin embargo, todavía hay devotos que acuden año con año el día de la Santa Cruz a la esquina de la Cruz Verde.
Barrio de San Francisco, tan tradicional como vivo que nos invita a conocer su historia y sus espacios para sentir el orgullo de ser campechano.