EL TEJIDO DE PALMA: PINCELADAS DE UNA TRADICIÓN

“Las expresiones artísticas del pueblo, encaminadas a satisfacer sus necesidades cotidianas, festivas y ceremoniales, son para México tan importantes como la lengua que hablamos y que nos une”. (María Teresa Pomar).

El arte popular mexicano se distingue por su individualidad, riqueza de formas y colorido. Como parte de la tradición cultural de un pueblo, en ocasiones pasa de padres a hijos, del maestro al aprendiz. Con técnicas y herramientas muy primitivas y sencillas, a lo cual se debe, algunas veces, la ingenuidad en las formas, colores e intención de sus productos, el artesano mantiene la tradición de su industria, a la que va modificando al imprimirle el sello de su propia personalidad. Las raíces de la tradición son hondas y están henchidas de experiencia humana. Nacieron con las viejas culturas indígenas y se fortalecieron al amparo de la magia, la religión, las ofrendas, los tianguis (mercados) y las fiestas.

El arte popular mexicano está ligado a diversos usos: el doméstico, el religioso, el ornamental y el recreativo. Aparece con características, formas tradicionales, colorido y texturas propias de cada uso. Su variedad se acrecienta por ser regional; cada pueblo, municipio o región produce según su estilo, siendo éste tan singular, que difiere marcadamente del que se produce en la región vecina más cercana.

El arte popular mexicano conserva sus cualidades básicas: es el producto que forja la mano experta y sensible del pueblo; es el arte que no reconoce barreras académicas porque responde a las necesidades estéticas propias de la cultura en que se desarrolla; es el producto de la manifestación artística del mayor número de individuos que practican y viven la misma cultura.

En la actualidad, en la comunidad de Santa Cruz Ex – Hacienda, en el municipio de Calkiní, también se teje el famoso sombrero de jipi:“Mi mamá doña Elyde Naal me enseñó a trabajar desde los 10 años ya que no terminé de estudiar, sólo llegué a tercero de primaria y de esto vivo, es lo que sé hacer, además de que mi familia se dedica también a la siembra de la mata de jipi. Mis demás hermanas también tejen sombreros[1].

“Para crear un sombrero se comienza con 62 hilos, y ya ahí se van agregando más, todo es tejido no amarrado, tejido, uno encima del otro y se va tejiendo, y el tamaño del hilo se los damos nosotros mismos; cada hilera tiene como 60 centímetros de largo y cuando hay que meterle más huano, hay que apretarlo, ponerle su  caladito y meterle otro huano para que tenga más fuerza el tejido. A la semana me hago cuatro sombreros y cada sábado viene un señor de Becal a comprarnos todo lo que elaboramos[2].

“Para nuestra materia prima, aquí en el patio de la casa tenemos el sembradío de la mata de jipi y junto con mi esposo, Roberto Kantún May, le damos mantenimiento y cortamos las pencas para posteriormente rayarlo y lo ponemos a secar al sol dos días. Para trabajar el tejido lo realizó en la cueva que aquí tenemos, esto con la finalidad de que con la humedad de la cueva el sombrero pueda ser fácilmente manipulado y quede bonito”[3].

“Además de los sombreros, tejo abanicos, prendedores, cinturones carteras y toda curiosidad que se me pueda ocurrir. Al día le dedico 7 horas y lo complemento con los quehaceres de la casa”[4].

“A mis hijos les enseño para que aprendan, pero también les digo que deben de estudiar, porque este trabajo cansa el pulmón. Ellos deberán de saber tejer pero seré yo quien lo oriente por el camino de los estudios. Soy artesana a mucho orgullo”[5]

Fuentes Consultadas
María Trinidad Huchín Naal. Entrevista personal. 17 de febrero de 2015. Ex Hacienda Santa Cruz, Calkiní, Campeche.
[1]María Trinidad Huchín Naal. Entrevista personal. 17 de febrero de 2015.
[2]María Trinidad Huchín Naal. Entrevista personal. 17 de febrero de 2015.
[3]María Trinidad Huchín Naal. Entrevista personal. 17 de febrero de 2015.
[4]María Trinidad Huchín Naal. Entrevista personal. 17 de febrero de 2015.
[5]María Trinidad Huchín Naal. Entrevista personal. 17 de febrero de 2015.