IGLESIAS COLONIALES Y LEYENDAS CAMPECHANAS

Una vez terminada la conquista y pacificación de la península de Yucatán, que requirió tres intentos de conquista por parte de los Montejo, al fin se pudo fijar sin atisbo de derrota el objetivo del Adelantado, el Mozo y el Sobrino, la fundación de villas y encomiendas, a partir del establecimiento de San Francisco de Campeche en 1540.

La villa española se situó “como a un kilómetro de distancia del poblado maya, el cual fue conocido como San Francisco Campechuelo; y allí Montejo repartió solares a los conquistadores acompañantes, señaló el lugar para la Plaza y destinó los espacios a los edificios más importantes por construirse” (Piña Chan:18)

Treinta soldados escogidos fueron los primeros vecinos de esta bisoña población que a menos de dos lustros de su nacimiento viera por primera vez la inquietante amenaza de filibusteros y piratas. En este territorio jurisdiccional se incluía Champotón, Can Pech y Ah Canul. En esta tierra los españoles se repartieron los indígenas nativos, e instalaron para la mejor administración de los recursos humanos y naturales, alcaldes y regidores, así como soldados para salvaguardar la seguridad.

Inmediatamente después de la conquista militar y con ya la instalación permanente de la presencia hispana, inicia de manera paulatina el mestizaje biológico y también cultural, y lo que dio el triunfo al orden de cosas que los españoles impusieron: la conquista espiritual de los conquistados, quienes con su diferente cosmogonía chocaban con el cristianismo impositivo de frailes y encomenderos.

Se inició la construcción de Iglesias, conventos, parroquias en toda la región y para ello los religiosos se abocaron a aprender la lengua nativa. Fray Luis de Villalpando, tuvo tanto éxito en esta tarea que escribió una gramática maya-española para uso de sus condiscípulos Melchor de Benavente, Lorenzo de Bienvenida, Juan de Albalate, Ángel Maldonado y el lego Juan de Herrera, primeros evangelizadores de los mayas. (Piña Chan, Ibid).

Respecto a San Francisco de Campeche, la construcción de iglesias fue algo lenta debido a la dureza de circunstancias agraviadas por la amenaza pirata. Efectivamente, Campeche durante el primer siglo de colonización posee influencia medieval, utilizando en sus construcciones el material abundante en una región pedregosa, la piedra caliza, además de cal y madera. La austeridad será la cualidad de sus primeras construcciones habitacionales, así como de fe, debido a los inicios del andamiaje colonial, a la adaptación a estas tierras del trópico, a la amenaza de los enemigos de España, y a la presencia de la orden de San Francisco de Asís para llevar a cabo la evangelización. Orden que se caracteriza precisamente por su voto de pobreza, sin alardes ni ostentaciones en sus construcciones.

Campeche tuvo al igual que casi toda la América hispánica, tres largos siglos de coloniaje, período de tiempo en que su faz urbana fue esculpiéndose hasta llegar a nuestros días. Y en cada rincón de la vetusta ciudad, conviviendo con las construcciones coloniales de índole religiosa, civil y militar, se convive con los dichos de cuentos y leyendas que privan en el imaginario campechano.

A continuación a través de la descripción histórica y arquitectónica de construcciones religiosas daremos cuenta de alguna anécdota o leyenda que ha trascendido hasta nuestros días.

CATEDRAL

Es la iglesia de mayor importancia debido a que fue la destinada a ser la mayor enfrente de la plaza principal o Plaza de Armas. Sin embargo la iglesia primitiva, no era más que una choza endeble a juzgar por las crónicas que han llegado a nuestros días, como bien lo explica Cogolludo:“Su fábrica fue pequeña, como también corto el número de los conquistadores (aunque no tanto como dice el padre Remesal) que en la villa se quedaron por vecinos, por pasar a lo restante en la pacificación de esta tierra…”(Cogolludo: Historia de Yucatán: 386).

Esta pequeña construcción se encontraba ubicada dentro de lo que es actualmente la plaza principal, luego se levantó un sencillo templo más tarde sustituido por otro de cal y canto, pero en el siglo XVII los trabajos de construcción fueron interrumpidos por los constantes amagos piratas. No es hasta el año de 1705 que el nuevo templo se concluyó gracias al denuedo caritativo de doña Margarita Guerra, vecina de la villa. Otro personaje que dio su apoyo a la construcción de la iglesia principal, lo fue el Presbítero José Manuel de Nájera del Castillo, quien al hacerse cargo de la parroquia ayuda a doña Margarita en la encomienda y ambos terminan la capilla de Jesús Nazareno al lado de la Iglesia parroquial. El presbítero Nájera al morir doña Margarita queda al frente del embellecimiento del edificio. La parroquia se amplió en 1758, quedando con una extensión de 204 pies de largo por 41 de ancho y se concluyó en 1760.  La torre norte, denominada la española, fue concluida y en ella se colocaron las campanas y el primer reloj público de la ciudad.  En 1850, se construyó la torre conocida como la campechana, para diferenciarla así de la otra torre.

De su conjunto arquitectónico sobresalen precisamente las dos torres, con pilastras estriadas y arcos de medio punto para alojar las campanas, coronadas en vistoso remate o cupulilla bulbosa con cruz de piedra. La planta de la Iglesia es de forma de cruz latina de una sola nave. El frente del templo llama la atención con sus esculturas y pilastras. En ella existen cinco imágenes representando a santos de la fe católica, los de abajo son izquierda San Pedro y derecha San Pablo, en el centro se encuentra la de la Virgen de la Purísima Concepción y las dos efigies superiores corresponden a Santa Margarita de Antioquía y el Patriarca Señor San José llevando en la mano al niño Jesús.

Siendo como es uno de los monumentos más característicos de nuestra ciudad la Catedral o la Parroquia de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, ha sido espectador indiscutible de generaciones de campechanos desde hace centurias. Y es precisamente en su frente que los paseos de ronda eran todo un acontecimiento.

Hacia mediados del siglo XIX y principios del XX la sociedad era de distinto cariz y en la plaza central se podía palpar la rígida estructuración de clases ya que, en el círculo central de la plaza paseaban la oligarquía imperante, aristócratas, comerciantes y hacendados. Aunque don Pedro Rivas da una explicación al respecto un poco más romántica sobre este asunto y llama que: “Tenía la plaza “el jardín” propiamente dicho, tres calles o “vueltas”, como se les llamaban; la chica que corría alrededor de la glorieta central, en que había una artística fuente, la segunda, mediana en extensión, que estaba limitada hacia adentro por unos arriates siempre lleno de rosas, claves y otras plantas floridas de poca altura.” A esta última le llamaba la “Calle de las Limonarias”.

SAN FRANCISCO

La iglesia de San Francisco de Campeche, fue la primera construcción franciscana fundada en la Península. En el año de 1546 y aunque no se tienen datos sobre esta primera construcción franciscana se sabe que fue realizada sobre un basamento prehispánico maya. (Alcocer Bernés: 43).

Ha jugado un papel trascendental en la vida histórica de Campeche.  En sus inicios fue un asiento principal franciscano, punto de partida de las primeras misiones evangelizadoras del siglo XVI en la Península y el sitio donde –supuestamente- se dijo la primera misa en tierra continental. El convento aparte de ser fortaleza espiritual de la Iglesia militante, también fue fortaleza defensiva contra los ataques piratas.

Su arquitectura es bastante sencilla como todas las franciscanas. De una sola nave, techada con bóveda de cañón y vigas por cuatro arcos. A un costado hay una capilla lateral con un bellísimo altar de azulejos, posee también altares contiguos. Su portada es llana, humilde al igual que su espadaña donde se encuentran las campanas, con portón ferrada y ventana del coro.  (Alcocer Bernés: 48)

Según leyenda narrada por Rafael Alpuche Ramos, Campeche un día con la naciente luz crepuscular, en el escampado de San Francisco, es decir en las proximidades de la iglesia, amaneció muerto un apuesto varón proletario, y muchos se preguntaron en la ciudad si tal deceso tenía su origen en la aparición del Chivo Brujo ocurrida en la víspera nocturna. Este misterioso personaje hacia a todos estar contritos desde temprana hora apenas oscurecía, en los hogares sin atreverse a salir.

Sin embargo, como Alpuche afirma, un buen día “fue capturado con todo su infernal arreo y complicada parafernalia, y puesto en exhibición bajo los Portales de la Comandancia de la Policía. Se recogieron valiosos contrabandos de las bodegas, y “El Chivo Brujo” perdió, desde entonces, todo lo que de brujo y chivo tenía…” (Ramos Alpuche: 1984: 153)

SAN ROMÁN

La fundación del barrio de San Román se remonta a los primeros años de ser fundada la villa de Campeche; en este sitio se asentaron los indígenas mexicas que ayudaron a Montejo en la Conquista.  En el gobierno de Céspedes y Oviedo se desató una terrible plaga de langostas y la escasez se hizo presente.  Se creyó que tal calamidad era un castigo divino que tenía que ser desagraviado. Los vecinos de la villa acordaron levantar un santuario a extramuros de la villa y de esta manera vio a la luz la ermita de San Román. En 1565, al tiempo que se terminaba la ermita, se colocó en su interior un Cristo, traído de Veracruz por el comerciante Juan Cano de Coca Gaytán, y su culto se vio arraigado entre los habitantes de la villa por su portentosa llegada atribuida a poderes divinos.  Entre 1570 y 1580 el templo se amplió ocupando una superficie de 330 metros cuadrados.  Su planta es cuadrangular y el techo es de rollizos; se compone de coro, nave y presbiterio.

El retablo principal es de un solo cuerpo, el nicho central está flanqueado por columnas estriadas con capitel dórico y alberga la imagen del Cristo negro.  Sobresale la cruz que está recubierta con lámina de plata repujada del siglo XVII.  El nicho es compartido con la escultura de San Román Mártir, santo titular del templo. El frontispicio así como todo el edificio es extremadamente austero.  Una esbelta torre de dos cuerpos apunta hacia el cielo, sus vanos son graciosos arcos conopiales; en el segundo cuerpo se aprecia un reloj público. La torre es rematada por una pequeña cúpula. en su exterior el aspecto de una fortaleza medieval, ya que en su techo las almenas dan idea de recinto defensivo.

Como se ha mencionado, una leyenda que atañe directamente a este barrio y a su recinto de fe por el crucifijo que resguarda es la llamada “El Timonel Sobrenatural”. Cuenta esta fábula que una vez que el comerciante Don Juan Cano de Coca Gaitán adquirió la imagen del Cristo Negro junto con sus demás mercaderías, intentó fletar infructuosamente desde Veracruz, alguna embarcación que lo trajera a él y su carga a Campeche.

Sin embargo, ninguna embarcación estaba disponible para tal viaje, hasta que encontró dos veleros que zarparían rumbo a Campeche al oscurecer. El capitán de uno de ellos, que cuenta la tradición era protestante inglés, no quiso dar cabida en su nave para el viaje, no obstante que tenía espacio para hacerlo. El capitán del segundo velero, un catalán, a pesar de estar a su casi total capacidad sí aceptó el flete.

El velero del inglés zarpó primero y horas más tarde, lo hizo el del catalán, y en altamar hubo una tormenta que hizo peligrar la nave con el naufragio, y en medio de la tempestad apareció dirigiendo la nave, cuando ya toda la tripulación estaba cansada, un moreno que puso rumbo en medio de olas peligrosas y viento fuerte. Y al amanecer, quedando todos dormidos vieron en el horizonte un puerto y al acercarse resultó era Campeche. Todos resolvieron que fue un viaje prodigioso y que quien tomo el timón para salvación fue el mismo Cristo que estaba en el barco. Y desde entonces: “…el Redentor Moreno quedó indisolublemente vinculado a la existencia formal y anecdótica del pintoresco pueblo porteño”. (Ramos Alpuche: 1984: 554).

EL DULCE NOMBRE DE JESÚS

Debido al incremento de la población, y para satisfacer las necesidades religiosas de los habitantes de la villa de Campeche, se inició en 1560, la construcción del templo de El Dulce Nombre de Jesús, situado a unos cien metros de la parroquia de la Purísima Concepción.  El templo es de planta cuadrangular, y se encuentra dividido en cinco tramos y la nave es soportada por cuatro arcos torales; el presbiterio es más pequeño que el resto del templo y tiene nave de cañón corrido, esto se debe a que fue lo primero que se concluyó. Lo más sobresaliente son sus retablos barrocos y neoclásicos.  El templo está rodeado de un pequeño atrio, delimitado por un lienzo compuesto de rejas.

Su exterior es de medianas dimensiones, siendo sus muros de mampostería, soportados por grandes contrafuertes rematados por merlones.  El acceso al templo es a través de un arco de medio punto y sobre éste la ventana coral tipo balcón.  Es junto con el templo de San Francisquito, los que conservan sus retablos originales correspondientes a diversas etapas y estilos artísticos.

Respecto a esta iglesia tenemos una leyenda que es referente a una cruz que antiguamente había en el atrio de la Iglesia. Según Justo Sierra O´Reilly, las personas piadosas jamás pasaban cerca de ella sin rezar un “pater noster” y dirigir al cielo una plegaria por el descanso del alma de la Tía Mariana.

Según la leyenda, esta Mariana era canaria y había crecido a una doncella que se llamaba “Doña Rita”, quien al quedar huérfana para ella había sido una segunda madre. Una vez de visita en el Santuario de San Román, un hombre de gran tamaño y fortaleza apareció siniestramente con la intención de robar a “Doña Rita”, pero por los gritos desesperados de la Tía Mariana no pudo hacerlo, ya que personas alertadas por el escándalo lo impidieron, provocando la huida del forajido quien no era más que el célebre pirata “Lorencillo”.

Se cuenta que por este suceso, la Tía Mariana padecía crisis nerviosas y se temió que llegara a perder la razón, pero su protegida, se encargaba de cuidarla y hacerla permanecer en la cordura. Un año después del desgraciado incidente que había minado el ánimo de la anciana, un domingo muy de mañana, las campanas de la Iglesia del Jesús repicaron, llamando a la misa y los vecinos creyentes concurrieron, siendo las primeras la Tía Mariana y Doña Rita y al salir el Padre, la tía Mariana ante su vista exclamó: “Misericordia” falleciendo al mismo tiempo. Se había llevado tremenda impresión porque quien había salido era Lorencillo que había penetrado a la iglesia para amagar a la población. Así sobre el sepulcro de la Tía Mariana se puso una cruz, la cruz que un tiempo estuvo en el atrio de la iglesia del Jesús.

GUADALUPE

Alrededor de 1575 se inició la construcción del templo por un rico y piadoso vecino de la villa llamado Pedro de Bonilla.  El templo se concluyó y consagró en 1660, de acuerdo a una inscripción en uno de sus costados.  De construcción sencilla, tiene una torre campanario de dos cuerpos que se alza al lado izquierdo.  Su planta es de cruz latina y el Tello es de rollizos.  En el ábside del templo se aloja una hornacina con la imagen de la Virgen de Guadalupe y alrededor de ella las pinturas historiadas, que representan sus apariciones ante Juan Diego y el arzobispo fray Juan de Zumárraga; las pinturas se deben al pincel de Luis de Toral González. (Alcocer Bernés: 1986: 72).

Del barrio de Guadalupe tenemos una historia trágica que llega a nosotros como la leyenda “Tía Aurelia”. A mediados del siglo XVIII, en una casita de palmas de la calle 45 del barrio de Guadalupe vivía una anciana octagenaria conocida por el vecindario como la Tía Aurelia y su nieto Pedro, de recia musculatura y discreta educación, a quien había crecido a falta de su madre y era su único familiar. Pedro estaba próximo a casarse con Aurora y solo esperaba que se terminara la zafra de sal que extraería de los charcos de sal que la Tía Aurelia poseía en Real de Salinas. Sin embargo, en la madrugada del 2 de noviembre de 1750, al concurrir por la feligresía por la misa de los fieles difuntos en la Iglesia de Guadalupe, se percataron al pie de la cruz de los portales de la sacristía un cadáver ensangrentado con un cuchillo en el pecho. Era Pedro, el nieto de la Tía Aurelia.

Nadie pudo explicar dicho crimen que rayó en tragedia al enterar a la venerable anciana y ver la magnitud de su dolor. Ella juró que cada día al toque de queda iría al pie de la cruz para pedir justicia y orar por el eterno descanso de su amado nieto. Y así fue, la pobre señora a pesar de los achaques de la edad cumplía con fidelidad su juramento, hasta que en ese mismo lugar expiró de la pena. La anciana fue sepultada, pero aún se ve su alma en pena arrodillada al pie de donde se situaba la cruz de los portales de la Iglesia de Guadalupe. Cruz que fue removida y dada a una vecina del barrio, luego que en 1915 fueran demolidos los portales.

SAN JUAN DE DIOS

En el año de 1626 los habitantes de la villa de Campeche solicitaron al gobernador la presencia de frailes de la orden de San Juan de Dios para fundar un hospital en el puerto, para atender a los enfermos de la villa y a los marinos que anclaban sus barcos frente a sus costas. Según anales de la colonia, la titular de la iglesia era Nuestra Señora de los Remedios, y era de gran utilidad para los enfermos pobres.

La construcción del templo y hospital se debió a los numerosos donativos de los residentes y visitantes de la villa de San Francisco, y la fundó el padre Fr. Bartolomé de la Cruz (Cogolludo: Historia de Yucatán: 387)  Se concluyó en 1675 gracias al cuantioso donativo de la reina Mariana de Austria.  En 1685 el templo y hospital sirvieron de resguardo a los habitantes de la villa cuando el feroz ataque de Laurent Graff mejor conocido como “Lorencillo”. Hoy sólo el templo existe.  Templo sencillo y original, es de una sola nave, con bóveda de cañón corrido y está dividida en coro, nave y presbiterio.  Su fachada se compone de dos cuerpos.  En el segundo cuerpo sobresale un par de ventanas tipo balcón, rematadas por un frontón triangular, que iluminan el interior del coro.  Al centro se encuentra la fecha 1675, año de conclusión de la obra.

Hay una leyenda referente a esta iglesia que se tejió en sus cercanías. Esta fábula se sitúa cuando se construían las murallas, y tiene como protagonista principal a un hombre que correspondía al nombre de Cosme de Santaclara, quien tenía fama de ser un espadachín temible y muy mujeriego. Por su reputación de invencible con la espada ningún novio o esposo se atrevía hacerle frente hasta que alguien lo hizo.

Un hombre nombre José cansado del descarado galanteo de Cosme a su prometida Irene, lo conminó a dejar en paz a apartada doncella, pero el interpelado con un golpe de sorpresa y desenvainando la espada humilló a José. Más para darle oportunidad de resarcir su humillación lo conminó a un enfrentamiento con espadas al día siguiente en la explanada de San Juan.

Llegado el momento supremo del enfrentamiento, y con padrinos de por medio que sirvieran de testigos para el desenlace, se verificaron las armas de los contendientes y luego de que Santaclara exhibiera con mucha fanfarronería su reluciente espada, José sacó una caja y de ella extrajo un imponente garrote. Santaclara al ver el artefacto se sorprendió y azorado recibió el primer golpe sin poder defenderse, porque en realidad no sabía usar la espada. Y así fue derrotado. De ahí se teje esta anécdota “de lo que sucedió en la explanada de San Juan”.

EX TEMPLO DE SAN JOSÉ

El lugar era ocupado antes de 1716 por una ermita dedicada al mismo santo, y custodiada por el gremio de calafates y carpinteros de la villa. Hacia el año de 1714 se dictó una Cédula Real que autorizó la apertura de un colegio jesuita en Campeche, hecho que surtió efecto dos años más tarde.  Los jesuitas hicieron de la ermita de calafates y carpinteros de San José, un templo único dentro del perfil colonial de Campeche, propio de la arquitectura jesuita, con características constructivas diferentes a los demás templos existentes en la villa.   Sin embargo, su obra quedó inconclusa por la expulsión de su orden de territorios coloniales hacia 1767, no es sino a principios del siglo XIX que este templo de San José quedó concluido  Es de una sola nave con forma de cruz latina.  La portada se divide en 3 cuerpos.  La bóveda es de aristas y descansa sobre un entablamento decorado con azulejos blancos y azules, el cual a su vez descansa sobre esbeltas pilastras. Posee vidrio talabaresco.  Su cúpula es de media naranja coronada con una linternilla. La planta de la torre oriente es cuadrangular y en ella descansa el cuerpo del campanario que es de planta octagonal.  La torre poniente es mucho más pequeña y alberga el faro que fue instalado en 1865.  Fue utilizado para el culto religioso hasta 1914, después como bodega del banco rural y posteriormente se entregó al Instituto Campechano.

Su estilo es plateresco, es el único ejemplar en toda la Península donde se encuentra empleado el azulejo como elemento decorativo. Los autores de su portada fueron influenciados por los viejos edificios hispano-arábigos. (García Preciat, 1977: 465).

En ella niños hacían sus juegos y sus chanzas, como don Román Piña Chan lo describe en La ciudad donde nací: “Esta iglesia (donde me bautizaron) fue el nexo entre el Instituto Campechano y la Escuela Prevocacional, porque en ese tiempo su reducido atrio (lleno de pasto y hierbas) servía para matar el tiempo con ciertos juegos, para comprar golosinas en los puestos de vendedores ocasionales, para ver pasar a las muchachas del plantel y lanzarles uno que otro piropo, así como para dirimir cualquier problema. Todo esto era recíproco”.

Es así como con este recorrido nos damos cuenta de la belleza sencilla de nuestras construcciones religiosas y del amplio espectro de anécdotas y leyendas del pueblo campechano.

BIBLIOGRAFÍA
Alcocer Bernes, José Manuel. (1986) Las Iglesias coloniales del puerto de Campeche. Publicaciones de la Universidad Autónoma del Sudeste)
Campeche a través de sus leyendas (1984) Universidad Autónoma del Sudeste.
García Preciat, José. (1977) Historia de la Arquitectura en Enciclopedia Yucatanense. Tomo IV. Gobierno del Estado de Yucatán.
López de Cogolludo, Fray Diego. (1996) Historia de Yucatán.  Publicaciones del H. Ayuntamiento de Campeche.
Osorio Díaz, Luis A. (2011) Luz a 200 años de obscuridad. Esculturas Identificadas de la catedral de Campeche. Asociación Civil “Juntos por Campeche”.
Piña Chan, Román. (1997) La Ciudad donde Nací. Una arqueología de la memoria. Gobierno del Estado de Campeche.
Rivas, Pedro F. Dr. (1937) Sección de “Leyendas y Tradiciones Campechanas” en la Revista Mensual “Ah Kin Pech” (1937)